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Semana Santa: tiempo para reflexionar
Todos los días de nuestra vida  están centrados en las cosas del mundo que conocemos, en el cual hemos crecido: bullicio, responsabilidades, compras, viajes, comida, en fin, pero existe una semana en particular que nos recuerda que nuestro pasar por este camino debe ser mucho más que eso.
Tal vez cuando estamos estudiando o somos jóvenes, pensamos…Semana Santa es una semana de vacaciones, pero insisto... es mucho más que eso.

Desde hace algunos años he encontrado un valioso e incalculable significado de la Semana Mayor o Semana Santa que antes pasaba desapercibido. Es la conmemoración del Triduo Pascual, es decir, los momentos de la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo en que se nos abren las puertas de lo divino para vivir un real encuentro con nuestro salvador y redentor hecho hombre.

La Pasión: nos recuerda el inmenso sufrimiento de nuestro Jesús desde su oración en el monte de los olivos o como se conoce en la tradición judía el Monte de la Unción, donde recibió todos nuestros pecados y fue tal su angustia que sudó sangre (Hematohidrosis). Este episodio además, le procuró a nuestro Señor  la fuerza para recorrer el camino de la pasión y nos enseña el poder de la oración y como  Dios siempre está dispuesto a escuchar nuestras súplicas. 
En él, Jesús se sintió atribulado e inmensamente triste, cuantas veces en nuestro diario vivir sentimos también lo mismo,  desesperación, angustia intensa, ansiedad del futuro, miedo y olvidamos recurrir a nuestro creador quien nos ama profundamente y aunque no lo creamos escucha y gestiona, solo que en su tiempo y en su momento, no en el nuestro. La oración es una gran herramienta terapéutica que alivia las penas de nuestra mente y corazón.

La Muerte: un momento más de dolor, de entrega total y humildad. Dios hecho hombre en medio de dos ladrones, pecadores: es la representación de Dios humanado y Santo,  junto a nosotros llenos del mundo y del pecado que en el encontramos y del cual hacemos parte.
Él no necesita de nosotros, nosotros si de él y aun así nos resistimos como aquel ladrón que aun estando en tan crítica situación expresaba su arrogancia con desafiantes palabras “¿No eres tú el Cristo? Pues sálvate a ti y a nosotros”. 
También nos enseña la aceptación del error, la humildad para pedir y dar el perdón, es el caso  del otro ladrón quien decide aceptarlo  diciendo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino” y él responde “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¿En cuántos momentos de nuestra vida actuamos con soberbia  y rechazo ante nuestro padre celestial quien ha dado todo por nosotros, hasta su único hijo quien fue dado para la salvación de las almas?. A veces estos sentimientos surgen por nuestros hermanos, se nos endurece el corazón por sus errores y olvidamos que también hemos errado, herido y lastimado a otros con palabras, actos o gestos, pero es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga del ojo propio.

La Resurrección: nos enseña que Dios nunca nos abandona, su hijo ha regresado de  la muerte para continuar haciendo parte de nuestras vidas. “No temáis, con esta invocación saludó un ángel a las mujeres que iban al sepulcro; no temáis. Vosotras venís a buscar a Jesús Nazareno, que fue crucificado: ya resucitó, no está aquí”. Este es un mensaje más de esperanza, que nos indica que a pesar de las  circunstancias, Él siempre estará y regresará a nosotros. No debemos tener miedo que lo que acontece por difícil que sea, solo basta pensar en Él, buscarlo y de seguro lo encontraremos.

Dispongamos los corazones para vivir con fervor esta gran semana del mes de abril, dispongamos también la mente y el cuerpo para pensar y actuar de tal forma que sea de su agrado. Después de ese gran sacrificio que hizo Jesús por nosotros, es lo mínimo que le podríamos ofrecer en agradecimiento por abrir las puertas de la salvación.


LUDDY MAIRETH CAICEDO ESTEBAN
PSICÓLOGA DE APOYO AL PROCESO DE DUELO